Estación de tren de la Concordia



La construcción de esta estación tiene su origen en el transporte de carbón desde las minas de Palencia y León a Bilbao.
En 1890, el aumento del precio del carbón inglés hace que los altos hornos de Bilbao deban buscar nuevas fuentes del mineral que permitan bajar el precio del lingote de hierro que producían, y poder así seguir compitiendo con ingleses, franceses y alemanes. Bajo estas circunstancias, se decide traer carbón a Bilbao desde las minas de Palencia y León, utilizando para ello el ferrocarril de vía estrecha, más económico que el de vía ancha, y que ya circulaba entre La Robla (en León) y Balmaseda, a 35 km de Bilbao.
Son tres arquitectos los que llevan a cabo el proyecto: Mariano Zuaznavar, Severino de Achúcarro y Valentín Gorbeña.
La distribución por la que se optó resultaba totalmente novedosa para la época: consta de un edificio en dos alturas que permite que las vías queden ocultas a la ría. La planta baja da acceso a la estación y alberga los servicios propios de ésta, y en la planta alta está situado el acceso a las vías.
En el exterior, Achúcarro planteó una estructura en tres partes de hierro pintado enmarcada por sillería, con esto se conseguía dotar de luz al interior de la estación, mientras que el centro lo ocupaba la entrada principal coronada por una arco de medio punto en el que se colocan un reloj y el nombre de la compañía. Para el interior, que contrasta completamente con el exterior, Gorbeña diseñó un amplio vestíbulo pensado como un bosque de columnas de hierro y vigas que dieran sustento a las vías.
La estación se inaugura en 1902, y, como podrá observarse, su arquitectura va en línea con edificaciones cercanas como el Teatro Arriaga. El edificio es quizás el mejor ejemplo de la Belle Epoque de Bilbao.